12: Un sentir en tus conversaciones, con escucha y entusiasmo.

bienestar comunicación
Abuela y nieta conversando en un jardín, mirándose con cariño

¿Cómo tus conversaciones influyen en la persona que eres ahora? ¿Qué es lo que más recuerdas de ellas?

En este episodio, te comparto dos experiencias personales para reflexionar sobre las conversaciones auténticas, su disfrute y su potencial como espacios de aprendizaje, a través de las emociones que te generan.

Te invito a recordar cómo eras tú en esas conversaciones con tus seres queridos y a tener este tipo de conversaciones más frecuentemente, de manera consciente.  Empecemos.

 

 

 

 

 

Quería publicar algo sobre la Navidad y lo primero que vino a mi mente fue mi niñez y mis abuelitos. Recordé tantas historias y anécdotas… ¡Cuán afortunada soy de haber conocido a los cuatro! 

Y mientras te digo esto, tengo un calorcito en el pecho y una presión bonita, que me transporta a esos momentos. Y me invita a respirar profundamente.

Entonces, en esta oportunidad, quisiera compartir contigo la sensación de conversar con mis abuelitas, de niña y de adulta. 

Lo hago para invitarte a recordar cómo eras tú en esas conversaciones con tus seres queridos y que te animes a tener este tipo de conversaciones más frecuentemente, de manera consciente.

 

Primera experiencia

Cuando tenía entre dos y seis años, viví con mis padres al lado de la casa de mis abuelos paternos. Era una casa de tres pisos, dentro de un pasaje, en el cual había varias casitas del mismo diseño. Cada casa tenía dos puertas externas, una de la sala y otra de la cocina, con un pequeño escalón. Estas puertas daban al área común del pasaje que era como una alameda (con veredas y pequeños jardines).

Algunas tardes, me sentaba con mi abuelita, a quien llamaba “Mamachela”, y con su perrito “Pirata” en el escalón de la puerta principal. Conversábamos, mirando su pequeño jardín y a las personas que podrían pasar.

¿Qué quiero resaltar de esta experiencia hoy?

 

La escucha en nuestras conversaciones

Recuerdo el aire fresco que corría por mi rostro, la sensación de mis manos frías que mi Mamachela calentaba con las suyas y el sentir de las conversaciones. Podríamos hablar de cualquier cosa, pero había una escucha especial.

¿Qué emociones estaba sintiendo?

 

Varias emociones me acompañaban

 

> Amor y respeto

Había una persona a mi lado que me quería mucho y estaba interesada genuinamente en lo que yo quería decir.

> Confianza

Le podía hacer preguntas y repreguntas y me podría responder, según su mejor entender. Yo estaba segura ahí.

> Curiosidad

Sentía que cada conversación era un descubrir porque, para mí, todo era nuevo. Y por eso mismo, chequeaba de que estaba entendiendo bien aquello que llamaba mi atención.

 

Cuando yo estaba feliz por algo que había pasado, me extendía lo necesario para contar bien todo. Y era escuchada. 

Y esa certeza de que lo que tienes que decir es importante, no tiene precio. Porque tú eres importante.

 

Mis reflexiones sobre esta experiencia

Se había generado un contexto para conversar, sentadas en el escalón de la puerta, con quietud. Era nuestro momento especial.

Sobre todo, había un reconocimiento de que la otra persona era valiosa y apertura para descubrir el mundo con esa otra persona.

 ¿Recuerdas conversaciones de este tipo en tu niñez?

¿Y en tu edad adulta?


Segunda experiencia

Mientras escribía la tesis para mi Doctorado, tuve la oportunidad de regresar a mi país por unos meses. En ese tiempo, mi abuelita materna, a quien llamaba “Mami”, vino a vivir al departamento que compartía con mi mamá. 

Esto representó una gran alegría para mí porque yo había estado viviendo lejos de mi familia en el extranjero, por varios años, y ahora estaba muy bien acompañada. 

Hubo varios cambios en mi rutina, incluso horarios de trabajo. Sin embargo, lo que más recuerdo son las risas. 

Sí, las risas cantarinas que podían surgir en cualquier momento, en medio de la conversación o de un silencio que podía decir mucho. Era una complicidad permanente y una certeza de que todo estaba bien. Ese era el contexto.

¿Qué quiero resaltar de esta experiencia hoy?

 

El entusiasmo en nuestras conversaciones

Esas conversaciones no eran más o menos profundas, eran reales.

Podíamos conversar de cualquier cosa, hablar con palabras inventadas (crearlas es un superpoder que pocas personas conocen) y recuperar historias de antepasados con mensajes que contar y experiencias para aprender.

 

Cada día era disfrutar de estar viviendo, de estar juntas, de tener posibilidades y sueños.

Porque cada día, Mami se despertaba animosa, se arreglaba para ella misma. No necesitaba tener planes de salir a la calle o recibir visitas.

Veía posibilidades para cada persona de nuestra familia, a pesar de los problemas que pudiesen existir. 

Así de grande era su corazón y su entusiasmo.

 

Mi abuelita falleció pocos meses después, pero dejó una huella hermosa en la persona que soy ahora. ¡Y su risa generosa que sale dentro de mí en cualquier momento del día!

 

Esas son las conversaciones que disfruto, las que me permiten reír, jugar, inventar, sin pensar en lo que debería decir y hacer.

Porque no tengo que demostrar nada, no tengo que convencer a nadie de nada. Solo tengo que ser yo misma y eso es perfecto.

 

Mis reflexiones sobre esta experiencia

Tus conversaciones ocurren en un contexto especial, que construyes con otras personas. No depende solo de ti.

Estar presente con apertura es suficiente. A veces no necesitas decir palabras.

Puedes traer a tu niña o niño interior y redescubrir la llave de tu creatividad, durante tus conversaciones.

 

Te dejo estas preguntas:

  • ¿Cómo puede mejorar tu vida si tienes conversaciones respetuosas con otras personas, escuchándolas con amor y curiosidad?  
  •  ¿Y si abrazas tu entusiasmo para descubrir las posibilidades que surgirán de esas conversaciones, sin expectativas?

 

Por conversaciones más humanas, por un mundo posible, ¡aprende siendo tú!

 

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