¿Puedes ser tú cuando ayudas a otra persona?

autonomía y decisión bienestar confianza
Dos personas conversan con autenticidad y respeto en un espacio cálido. Una escucha con atención y presencia.

¿Quieres ayudar a otra persona para que su situación mejore?

¿Sientes la necesidad de estar ahí para esa persona, pero te esfuerzas tanto que terminas dejando atrás lo que querías para ti?

Acompáñame a identificar algunas ideas que podrían estar frenándote para continuar tus planes.

Y no, no se trata de la persona a quien quieres ayudar.

 

 

 

Muchas veces tenemos la motivación genuina de ayudar a otra persona, como miembro de una familia o un grupo o como líder en una organización.

Probablemente, queremos que vivan mejor, que tengan más oportunidades, que se sientan bien.

Y esto es natural porque somos seres humanos sociables y sentimos apego por otras personas a quienes queremos o valoramos.

Además, en ocasiones, sentimos que somos las personas más capaces o en mejor posición para brindar esa ayuda, ¿cierto?

¿Pero a veces te sientes desconectada de tus acciones, como que estás postergando lo que tú realmente quieres para tu vida?

Veamos tres reflexiones que te pueden ayudar.

Pero tú serás quien decida el próximo paso.

 

1. ¿Quién importa más cuando ayudas?

La respuesta directa: Ninguna persona es más importante que la otra.

Pero tú eres responsable de tu vida. 

Nadie tiene la autoridad de vivir por ti, ni de decidir por ti.

Así como tú no debes asumir que sabes lo que la otra persona necesita.

Porque afectarías su motivación y su capacidad de ayudarse a sí misma.

 Y entonces, ¿tus sueños y tus aspiraciones son importantes?

¿La otra persona conoce todo ese futuro valioso que quieres construir?

 Si reconoces que todas las personas somos dignas de respeto, sin importar nuestras acciones, nuestras circunstancias, nuestras creencias, podrás encontrar el espacio para compartir esos sueños y aspiraciones.

 Que una persona requiera ayuda ahora o tú sientas que debes ayudarla, no significa que no sea capaz de comprender lo que te importa.

Si lo compartes de manera auténtica, si viene de tu corazón, estás siendo humana.

 Porque tú no eres un medio, un recurso o un instrumento para ayudar.

Tú eres una persona ayudando a otra persona.

 Y cuando lo comunicas así, en tus conversaciones, en tus gestos, en tus acciones, la otra persona se siente respetada.

 En tu experiencia, ¿tienes espacio para ser tú en esa relación de ayuda?

 

2. ¿Estás dispuesta a equivocarte?

Puede parecer contradictorio.

Me dirás: “si yo estoy ayudando, es porque sé cómo hacerlo”.

 La verdad es que no sabes. 

Porque tú no eres la persona a quien ayudas.

Y eso no te hace menos. 

Solo te recuerda que también aprendes en tus relaciones con otras personas.

 Solo puedes confiar en tus motivaciones, que la otra persona las conozca y que harás lo mejor posible por acompañarla, según vayan construyendo confianza mutua en el camino.

 Porque no tienes la solución para sus dificultades.

 Y la otra persona sabe que no le traerás la solución.

Seguro lo has vivido cuando alguien te ha ayudado a ti, ¿cierto?

 

3. ¿Estás presente cuando es necesario?

Esto no significa estar disponible 24 horas al día.

Tampoco que harás todo lo prometido siempre, porque tú tienes tu propia vida también y pueden surgir imprevistos.

 Pero puedes esforzarte para estar cuando realmente sea necesario, siendo tú.

Con tus habilidades, tus defectos, tus emociones, tu autenticidad y tu vulnerabilidad.

Y créeme que esto es lo más importante.

 

 Nadie necesita un héroe de armadura brillante para salvarla. 

Nadie necesita un mártir que se sacrifique todo el tiempo.

Nadie necesita una persona inmutable que siempre dice “todo estará bien”.

 Si actúas así, pierdes conexión, te pierdes tú.

Y lo sientes, te afecta porque sabes que no aguantarás.

 

Conexión humana es lo que necesita la otra persona. 

Es escucha, es comprensión.

Es presencia real.

Aunque no seas perfecta, aunque no sepas qué hacer realmente.

 La ayuda valiosa viene de un ser humano real.

Que reconoce a la otra persona como legítima.

Que la reconoce con autoridad para tomar sus decisiones por difíciles que sean, con la ayuda en segundo plano.

 Porque cuando ayudas, tú no eres protagonista.

Tú acompañas.

 

Confianza y respeto, cada día.

¿Y tu vida? ¿Tu propósito?

Tus sueños y tus aspiraciones importan.

Tú puedes continuar con tus planes.

Puedes compartirlos. 

Pueden alegrarse por tus logros o aprender de tus experiencias “fallidas”.

Pero esto requiere confianza y respeto que se construyen día a día.

 

¿Te atreves a construir relaciones humanas más conscientes?

 

Nota

Para profundizar:

Rogers, C. R. (1961; 7.ª reimpresión 1992). El proceso de convertirse en persona, Paidós.

Esta reflexión se vincula también con el enfoque de desarrollo humano (Sen y Nussbaum) y la teoría del reconocimiento, que considera a cada persona como un ser valioso, legítimo y capaz de decidir por sí misma, así como con la noción de “autonomía del reconocimiento” (Pereira, G., 2014).

 

 

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Conexión humana. Una persona real ayudando a otra, con respeto y autenticidad.

 

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